La cantante Christine D’Clario ha generado polémica dentro de la comunidad cristiana por sus afirmaciones sobre los demonios. (+video)

La reconocida cantante cristiana Christine D’Clario reveló durante una entrevista en el canal de YouTube Keropi Sánchez PLUS que ella podía ver, oler y sentir a entidades espirituales tanto buenas como malas. En la conversación, D’Clario compartió detalles sobre cómo desde pequeña ha experimentado lo que describe como una sensibilidad especial hacia el mundo espiritual, incluyendo la capacidad de ver, escuchar y oler seres espirituales tanto angelicales como de oscuridad.

Christine explicó cómo percibe olores particulares en ambientes donde siente una fuerte opresión demoníaca, describiendo algunos de ellos como azufre o «huevo podrido». También relató cómo en situaciones de adoración intensa ha podido ver ángeles en distintas formas y colores, atribuyendo estas experiencias a una gracia especial que Dios le ha dado para interceder en oración y ejercer autoridad espiritual.

Dios revela estas cosas a sus hijos para que podamos tomar Su autoridad y establecer Su reino donde vayamos”, afirmó. Christine subrayó la importancia de estar en oración y confiar en el poder de la sangre de Cristo para enfrentar cualquier manifestación espiritual que pueda surgir, recordando que “el que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo”.

Aqui sus declaraciones en el siguiente video

Estas declaraciones traen polémica, ya que hacen de la guerra espiritual un énfasis no bíblico.

Por ejemplo, analicemos algunos mitos  “La guerra espiritual es arrebatarle al diablo lo que nos quita”.

Esta visión de la guerra espiritual, orientada a la pérdida de los bienes materiales o hacia asuntos terrenales, tiene mucha aceptación dentro de la iglesia. Sin embargo, la noción de que debemos arrebatarle al diablo lo que nos quita (popularizada por una conocida canción hace años) no tiene sustento bíblico y es espiritualmente nociva. En primer lugar, porque parte de la premisa de que aquello que Dios nos da se puede perder. En segundo lugar, porque presenta al diablo como el determinante de mucho (o todo) de lo que nos sucede.

“Los gritos al orar añaden poder a la guerra espiritual”.

Santiago nos enseña que debemos ser fervientes en oración (v. 5:17), pero ese fervor no supone levantar la voz y gritar constantemente, porque el ejemplo que él nos provee es el de Elías. Curiosamente, en esa ocasión fueron los falsos profetas de Baal quienes levantaron la voz. Por el contrario, el fervor del profeta se expresó en la firmeza y confianza que demostró al orar (1 R. 18:25-36). La intensidad de los gritos no es crucial en la guerra espiritual.

Levantar la voz puede ser una expresión de celo y fervor, pero los gritos no siempre son una evidencia indiscutible de ello. Tengamos en cuenta que nuestro fervor debe ser una realidad integral y no solo al momento de orar. Es decir, la oración ferviente nace y debe estar en armonía con una vida fervorosa por Dios (Ro. 12:11).

“Debemos hacer decretos y declaraciones para ganar la guerra espiritual”.

La creencia de que nuestras palabras tienen poder para crear cosas y cambiar la realidad es muy común dentro de la iglesia. La idea es que debemos “declarar” con nuestra boca lo que deseamos que suceda y, si tenemos la suficiente fe y convicción, será hecho.

Esta enseñanza falla en entender que los decretos que siempre se cumplen son los propósitos eternos de Dios. Esta es una prerrogativa divina, no humana. Los creyentes estamos llamados a confiar en Él y esta confianza la expresamos por medio de la oración constante y humilde. La Biblia nos enseña a clamar al Señor (Sal. 34:6) y presentar nuestras peticiones a Él; no a decretar ni declarar que se cumplan cosas que deseamos.

“En la guerra espiritual debo dirigirme al diablo y sus demonios”.

Un popular evangelista, conocido por su énfasis en la guerra espiritual, solía decir al orar: ¡Escúchame bien, Satanás…! Es cierto que Pablo le habló en Filipos a un espíritu de adivinación y le mandó a salir de una muchacha, y que Jesús se dirigió al demonio que tenía cautivo al hombre de Gadara (Hch. 16:18Mr. 5:8-13). Pero la práctica actual de dirigirnos a enemigos espirituales al orar es un error por al menos dos razones.

Primero, porque fallamos al distinguir entre lo que es descriptivo y prescriptivo en la Escritura. En los Evangelios y en Hechos vemos prácticas y situaciones que no deben ser tenidas como normas para la iglesia. No todo lo que hizo Pablo o Jesús está para ser imitado. Nadie interpreta el relato de Jesús caminando sobre las aguas como algo que la iglesia debe hacer. Y en segundo lugar, estos relatos bíblicos fueron casos de liberación de demonios y no constituyen un modelo para la práctica de la oración en el conflicto espiritual.

Lo que la Biblia nos manda y modela es que la oración debe ser dirigida a Dios (Mt. 6:6Fil. 4:61 Pe. 4:75:6-7). Solo Él es la fuente de nuestra ayuda, provisión, y protección. El ejemplo en Hechos 4 de la iglesia primitiva cuando fue amenazada es instructivo. En esa ocasión la oración fue dirigida al Señor y no al diablo: “Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza” (Hch. 4:29). Que ese sea siempre nuestro ejemplo al luchar en la guerra espiritual.

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